Prueba de reacomodo con San Ángel Custodio

El municipio de Batopilas se ubica en el corazón de la Sierra Madre Occidental, con una pequeña fracción de su territorio colindando con el estado de Sinaloa. Su cabecera municipal, también llamada Batopilas —nombre que proviene de un vocablo indígena que significa “río encajonado o cerrado”— fue fundada como Real de Minas en 1708, bajo el nombre de San Pedro de Acanasiana, tras el hallazgo de yacimientos de plata por Pedro de la Cruz.
Siguiendo el curso del río hacia el sur del poblado, a poco más de una legua —unos siete kilómetros— se levanta la imponente estructura de la antigua Misión del Santo Ángel Custodio de Satevó, rodeada de algunas casas dispersas. La presencia jesuita en esta zona antecede a la fiebre minera: en 1698, el misionero Martín Benavides, S.J., registró la existencia del pueblo de Satevó, que contaba con 40 familias, aunque aún carecía de iglesia y de residencia para el sacerdote.
Fue después de la expulsión de los jesuitas que los franciscanos del Colegio de Propaganda Fide de Guadalupe en Zacatecas retomaron la evangelización. La iglesia actual de Satevó, construida con ladrillo de barro, fue edificada en 1781 por esta orden. Es un templo de planta de cruz latina, con ábside circular, capillas en el crucero, baptisterio y sacristía. Su fachada sobria y simétrica contrasta con el movimiento dinámico de las bóvedas y curvas de la estructura del templo, destaca una torre de tres cuerpos. El uso de ladrillo rojo, material local, evidencia el conocimiento ancestral en la fabricación de este recurso y el aprovechamiento de técnicas constructivas adaptadas al entorno. El resultado es un templo de gran singularidad entre las misiones franciscanas del estado de Chihuahua, que remite por su monumentalidad a las misiones de la Sierra Gorda de Querétaro o incluso a las de la Alta California, en Estados Unidos edificadas por los franciscanos. El templo es testigo de una historia compleja de evangelización, conflicto, abandono y perseverancia.