Las necesidades de alimento y animales de las poblaciones mineras, originaron el desarrollo de las haciendas, siendo las primeras en crearse las ubicadas en la denominaba Provincia de Santa Bárbara al sur del estado, sobre el Valle de San Bartolomé.
Las primeras construcciones eran modestas ya que no tenían que albergar a los trabajadores que solían ser indígenas locales, cuando esta mano de obra se volvió insuficiente, se empezaron a traer indios de diversos lugares como Nuevo México y las Provincias del Pacífico, además de esclavos negros y mulatos, por lo que las haciendas se convirtieron en complejos que tenían que albergar a trabajadores forzados y voluntarios, así como a sus propietarios que solían ser ricos mineros que no deseaban vivir en los contaminados y saturados Reales.
Durante el siglo XVII el desarrollo hacendario en la zona sur del estado fue muy numerosa, ubicándose generalmente a los lados del Camino Real, después su creación siguió a la de los Reales durante la segunda mitad de dicho siglo y los inicios del XVIII, hacia el centro y norte del estado. Algunas haciendas de estos siglos son la de San Gregorio y Santa Cruz de Neira en el municipio de Allende del siglo XVII, San Francisco Javier en Villa Coronado y la de Talamantes también en Allende del siglo XVIII.
A principios del XVIII el Rey de España había creado la composición de títulos, lo que origino que las hacendados tuvieran que medir sus propiedades, lo que les facilito apropiarse de grandes cantidades de tierra que no necesariamente les pertenecían, esto fue un gran impulso para las nuevas haciendas en el centro del estado, sin embargo, la poca población que existía en estos rumbos los convertía en lugares más peligrosos donde los ataques indígenas eran casi constantes, todas estas características provocaron que las construcciones hacendarias fueran más grandes y protegidas que las antiguas del sur.
A finales del siglo XIX después del declive de las rebeliones apaches en el centro y norte del estado, las haciendas tomaron un nuevo auge y sus dueños se atrevieron a invertir mucho mas en las construcciones que las conformaban, buen ejemplo de esto son las múltiples haciendas del Gral. Luis Terrazas, entre las que podemos mencionar la conocida Quinta Carolina, la del Torreón y la de El Sauz en el municipio de Chihuahua, así como San Diego en Casas Grandes, construidas a finales del siglo XIX y principios del XX.
La mayoría de las haciendas poseían capillas de uso privado, generalmente son de planta rectangular y pueden ir desde muy pequeñas a grandes, esto dependiendo de las situaciones y características antes descritas. Las podemos encontrar a lo largo y ancho del estado más comúnmente en la zona de los valles donde las haciendas fueron más exitosas, algunas permanecen como propiedad privada hasta la actualidad y otras son hoy en día los templos de las comunidades que se crearon en el lugar y las únicas construcciones sobrevivientes de su hacienda madre.
Algunos ejemplos de templos de hacienda que podemos visitar hoy en día, son el de San Miguel Arcángel del siglo XVIII en la comunidad de San Miguel de los Anchondo y el de la Virgen del Refugio del siglo XIX en la de
Rancho de Peña, ambas en el municipio de Santa Isabel, también está el templo de San Carlos Borromeo del siglo XX en la Quinta Carolina en Cd. Chihuahua, entre muchos otros.
Fuentes: Libro “El Encanto de otros tiempos, Haciendas de Chihuahua” editado por Grupo Cementos de Chihuahua en el 2007, y archivos de Misiones Coloniales de Chihuahua A.C.